Se parece la verdadera dicha interior al más espléndido de los diamantes, que cuando es encontrado por un diestro joyero ya no repara más que en él.
El que se deleita en la auténtica dicha interna ya no se obsesiona persiguiendo placeres o basando su contento en los objetos del exterior, lo que no quiere decir que no disfrute y se entusiasme, pero ya ha encontrado la fuente interna de felicidad y no necesita compulsivamente estar buscando otras que no son las genuinas ni las que le pueden otorgar la verdadera calma mental y la paz interior.
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