La identificación es una característica del sueño de la conciencia. Es una actitud que ata, amarra o esclaviza al ser humano. El apego o más bien dicho: la identificación, le impide a las personas ser libres de verdad y puede conducir a alguien hasta la muerte. Pedro Demianoviche Ouspensky, en sus Conferencias psicológicas, explica que la identificación, generalmente es llamada interés, entusiasmo, pasión o devoción.
Con más propiedad, Ouspensky, en su obra: El Cuarto Camino explica que: “nuestras funciones están acompañadas de cierta actitud; nos absorbemos demasiado en las cosas, nos perdemos demasiado en las cosas, particularmente cuando aparece el más leve elemento emocional. Esto se llama identificación. Nos identificamos con las cosas. No es una palabra muy buena, pero en nuestro idioma no hay otra mejor. La idea de la identificación existe en los escritos indios, y los budistas hablan de apego y desapego. Estas palabras me parecen incluso menos satisfactorias porque, antes de encontrar este sistema, leí estas palabras y no las entendí, o más bien las entendí pero tomé la idea intelectualmente”.
En el Bhágavad Guitá, Parte II, titulada: “Enseñanza esotérica” de la traducción de Ramacharaka y publicada por Kier, se lee lo siguiente: “Del apego surge el deseo, del deseo la pasión, de la pasión la insensatez, de la insensatez la apetencia sin freno. De la desenfrenada apetencia resulta el olvido, del olvido la falta de discernimiento y de esta la pérdida de todo lo demás”. Más adelante se lee en este monumental canto: “actúa sin apegos y realiza el trabajo que debas hacer, pues el hombre cuyo trabajo es puro obtiene sin duda lo Supremo”.
En otra versión del mismo texto sagrado se lee: El apego surge del deleite en los placeres de los sentidos; del apego surge el deseo y del deseo, la lujuria y el ansia de posesión; y esto conduce a la pasión y a la ira. La pasión turba a la mente y merma la memoria, haciéndonos olvidar nuestro deber. Esto acarrea la insensatez, y la insensatez lleva al hombre a la destrucción. Pero el alma que a pesar de estar en el mundo de los sentidos, mantiene sus sentidos bajo control está libre de apego y descansa serena.
Otros versos del Canto del Señor, hacen referencia al apego: “El sabio no debe confundir la mente de los ignorantes que actúan apegados al resultado de sus acciones; más bien, debe ejecutar sus acciones con desapego y devoción y así estimularlos a que hagan lo mismo”.
“Al igual que el fuego reduce todo combustible a cenizas, el fuego del conocimiento eterno aniquila todo apego a la acción. Cuando un sabio logra entregarse a la acción libre de apego, pronto ha de alcanzar la unión con Dios”.
“El devoto que renuncia al fruto de sus acciones, consigue la paz eterna. Por el contrario, el hombre que, acuciado por sus deseos y carente de devoción, busca la recompensa de sus acciones, de este modo se encadena a la esclavitud del apego a los resultados”.
Anthony de Mello, en su obra: liberación interior da una interesante explicación del papel que juega la identificación en la humanidad mecánica: “Nos atamos voluntariamente, llenándonos de pesadas cadenas, y luego nos quejamos de no ser libres. ¿Quién te tiene que liberar si ni tú mismo eres consciente de tus cadenas? Las mujeres se atan a sus maridos, a sus hijos. Los maridos a sus mujeres, a sus negocios. Todos nos atamos a los deseos y nuestro argumento y justificación es el amor. ¿Qué amor? La realidad es que nos amamos a nosotros mismos, pero con un amor adulterado y raquíticoque sólo abarca el yo, el ego. Ni siquiera somos capaces de amarnos a nosotros mismos en libertad. Entonces, ¿cómo vamos a saber amar a los demás, aunque sean nuestros esposos o nuestros hijos? Nos hemos acostumbrado a la cárcel de lo viejo y preferimos dormir para no descubrir la libertad que supone lo nuevo”.
(Texto encontrado en un foro espiritual)
No hay comentarios:
Publicar un comentario